Hasta hace poco la imagen de un ojo escaneado por un sistema de identificación de datos parecía una escena de ciencia ficción. Pero dejó de ser así: el reconocimiento biométrico ocular se aplica con éxito en muchos campos.
Todos los seres humanos tenemos características morfológicas únicas que nos diferencian de los demás: la medición biométrica es el procedimiento de identificación humana más fiable.
El término biometría se usa para definir métodos automatizados que analizan ciertas características humanas con el fin de identificar o autentificar personas.
Los sistemas de reconocimiento incluyen un dispositivo de captación y un software que interpreta la muestra física (huella biométrica) y la transforma en una secuencia numérica. Existe una gran diversidad de sistemas biométricos, pero el procedimiento es común a todos: de los rasgos estudiados se extraen datos; transformados en algoritmos matemáticos se almacenan, y son comparados con la persona que es preciso identificar.
Así como sucede con las huellas dactilares (que hoy se usan hasta para desbloquear el celular) el concepto de biometría se fue extendiendo a otros aspectos y tiene cada vez más aplicaciones. Pero los expertos coinciden en que las características de nuestros ojos son las más fiables y difíciles de manipular.
En breve, utilizar el mapa del ojo como llave de acceso para ingresar a una computadora personal o para validar una tarjeta de crédito, será una realidad.
El iris: único e irrepetible
El iris es único y no sufre alteraciones a lo largo de la vida; por eso la identificación biométrica ocular resulta de las más precisas. Como no existen dos iguales, los algoritmos pueden automatizar la identificación del iris humano.
En la actualidad, el reconocimiento biométrico a partir del iris se aplica con éxito en distintos ámbitos, hasta para censar personas en los campos de refugiados
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