Volver a ver, gracias a la ciencia

La primera prueba clínica exitosa de una técnica llamada optogenética, permitió a una persona ciega ver por primera vez después de décadas, mediante una inyección de proteínas y con la ayuda de anteojos especiales.

 

Un hombre, ciego por más de cuarenta años, pudo volver a imágenes y objetos en movimiento, gracias a una inyección de proteínas fotosensibles en la retina, de acuerdo a lo reportado en un estudio de la prestigiosa publicación científica Nature Medicine

Se trata de la primera aplicación lograda con éxito de la terapia optogenética, en la que se utilizan destellos de luz para controlar activación de las neuronas encargadas de la visión. La técnica es usada en laboratorios para sondear los circuitos neuronales, y se investiga como un tratamiento potencial para el dolor, la ceguera y los trastornos cerebrales.

El ensayo clínico inscribía a personas con retinitis pigmentosa (RP): una enfermedad degenerativa que destruye las células fotorreceptoras del ojo, el primer paso en la vía visual. En una retina sana, los fotorreceptores detectan la luz y envían señales eléctricas a las células ganglionares de la retina (RGC), que luego transmiten la señal al cerebro. La terapia optogenética omite las células fotorreceptoras dañadas, mediante el uso de un virus para administrar proteínas sensibles a la luz en las RGC. Eso les permite detectar las imágenes directamente.

 

Varias empresas trabajan ya en esta aplicación de la optogenética, buscando otra proteína más sensible a la luz, que responda de igual modo pero sin la necesidad de usar anteojos como complemento.

 

Anteojos para interpretar el entorno visual

Los investigadores inyectaron el virus en el ojo de un hombre con RP y luego esperaron cuatro meses para que la producción de proteínas por parte de las RGC se estabilizara antes de probar su visión. Uno de los mayores desafíos fue regular la cantidad y el tipo de luz que ingresa al ojo, porque una retina sana usa una variedad de células y proteínas sensibles a la luz para ver una amplia gama. Pero ninguna proteína puede replicar exactamente lo que hace el sistema visual.

Por eso, los investigadores diseñaron un modelo especial de anteojos, que captura la información visual alrededor del paciente y la optimiza para su detección por parte de las proteínas. Dotadas con una cámara, estas gafas analizan los cambios de contraste y brillo y los convierten en tiempo real en un mapa de puntos de color ámbar. Cuando la luz de estos puntos entra en el ojo, activa las proteínas y hace que las RGC envíen una señal al cerebro, que luego resuelve estos patrones en una imagen.

El participante del ensayo tuvo que entrenar con los anteojos durante varios meses antes de que su cerebro se adaptara para interpretar los puntos de forma correcta. Finalmente, pudo distinguir imágenes de alto contraste, incluidos objetos en una mesa y las rayas blancas de una senda peatonal.  Cuando los investigadores registraron su actividad cerebral, encontraron que su corteza visual reaccionaba de la misma manera que lo haría si tuviera una vista normal.